Para el agroclimatólogo Eduardo Sierra, la mayor ocurrencia de caída de granizo está vinculada al proceso que el país enfrentó en los últimos tres años con la sequía
10 de enero de 2024 04:08
LA NACION
Silos esparcidos por el campo, techos de galpones arrancados por los fuertes vientos y cultivos de maíz y soja arrasados por el granizo son solo algunas de las impactantes imágenes que las recientes tormentas dejaron en los establecimientos agropecuarios en distintas zonas. En este contexto, tras semanas marcadas por un cambio en las condiciones meteorológicas, el agroclimatólogo Eduardo Sierra señaló que estos eventos son consecuencia de la liberación “abrupta” de energía acumulada en la atmósfera después de tres años de La Niña.
El especialista explicó que, durante diciembre pasado, la circulación tropical logró sobreponerse a los vientos polares y, en consecuencia, aunque se produjeron algunos episodios de fríos tardíos, la atmósfera recibió un abundante aporte de calor y humedad.
Este cambio, detalló, propició que el fenómeno de El Niño alcance su “plenitud”, extendiendo el calentamiento a “vastas extensiones de los mares y superponiéndose al enfriamiento que había prevalecido hasta ese momento”.
Como resultado, Sierra remarcó, “se rompió el bloqueo que afectaba a los mecanismos atmosféricos, liberando en forma abrupta la energía acumulada durante largo tiempo y provocando una sucesión de fenómenos extremos, tanto en áreas rurales como urbanas”.
Según explicó, como hubo tres años del fenómeno La Niña, este “actúa como una especie de tapa en la atmosfera que inhibe los mecanismos de formación de nubes. Entonces, con la llegada de El Niño toda esa energía (calor y humedad) que estaba bloqueada en la atmósfera se disparó”.
”Las lluvias que acompañaron estos fenómenos llevaron abundante humedad a gran parte del área que venía sufriendo sequía, aunque los aportes fueron irregulares, dejando algunas zonas sin alivio y anegando otras”, señaló.
“Posteriormente, los fenómenos se moderaron un tanto, pero conservando una modalidad violenta y fragmentaria, sin llegar a mostrar un patrón regular”, aseguró.
Al abordar el panorama a largo plazo, el especialista en agroclimatología alertó sobre el riesgo de que, una vez consumido el exceso de energía acumulado en la atmósfera, los mecanismos de precipitaciones vuelvan a deprimirse. Además, subrayó que el riesgo de fuertes calores aumentará en zonas con aportes pluviométricos insuficientes.
Para febrero y marzo de 2024, Sierra pronosticó un incremento gradual del riesgo de precipitaciones fragmentarias, con aportes excesivos en algunas áreas y déficits en otras. “Las temperaturas serán moderadas sobre las áreas donde los suelos se mantengan húmedos, pero se observarán fuertes calores donde las reservas disminuyan”, advirtió.
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La llegada del otoño, según Sierra, seguirá la pauta habitual de episodios de “El Niño”, con un aumento de las precipitaciones que aliviará parcialmente las zonas con menores registros en el verano. Sin embargo, advirtió sobre posibles tormentas intensas en la cuenca alta y media del río Paraná y el Uruguay, con riesgo de crecidas e inundaciones.
Hacia el final de la estación comenzará a notarse el aumento de la influencia de los vientos polares, teniendo lugar marcados descensos térmicos, aunque es probable que el riesgo de heladas tarde más en concretarse que en las temporadas anteriores.
Para concluir, destacó que se confirma que “se trata de una temporada donde se notarán grandes contrastes regionales, con marcadas anomalías de signos contrarios, que harán necesarios una gran dosis de previsión, un cuidadoso y un uso inteligente de la tecnología, para superar los desafíos que se presentan; aunque algunas zonas no lograrán una recuperación completa”.